lunes, mayo 30, 2005

Examen

Acabo de tener una clásica conversación previa a un examen con una persona de letras. La primera moraleja es la siguiente: si tienes examen de Arte del Renacimiento recordarás el día de cobro de cada artista pero la palabra “Gernika” puede producirte un derrame cerebral; si tienes examen de Cubismo recordarás dónde veraneó Picasso cada uno de los más de ochenta años que vivió pero cuando oigas “Rafael” pensarás antes en el cantante que en el pintor. La Historia y/o el Arte se presentan como una masa muy informe que si aprietas por un sitio se te escapa del otro y viceversa.

La segunda moraleja proviene de la primera: ¿para qué estudio? Ya no es sólo la cantidad de cosas que con tanto esfuerzo aprendiste hace un año y ahora no son más que un vago recuerdo, es también que este pensamiento te asalte mientras estudias y te des cuenta de dónde acabará todo.

La tercera moraleja es: mientras más estudio, menos sé. Parece muy idealista, pero es verdad. Ves nuevas cosas que antes desconocías y si lo que sabías antes era el diez por ciento, según avanzas se convierte en un cinco, un cuatro, un tres, así hasta que al llegar al uno te da el ataque y piensas “basta”. Y es entonces cuando te parece una villanía hacer el examen cargado de esa ignorancia, y cuando te parece inasumible no sólo la asignatura, sino la carrera, incluso tu propia vida.

Y te dan envidia esos que son capaces de estudiar un libro de nueve a dos y de tres a nueve y después salir y dormir como si nada hubiera pasado, como si el libro fuese una impersonal lista de las lagartijas que alguien ha contado en su pueblo a lo largo del año, algo que nunca les afectará. Pero a mí sí me afecta, porque está claro que no son lagartijas, son cada una de las puertas por donde pasa cada impresión antes de asentarse definitivamente en mí y también aquellas que ya estaban pero merecen ser revisadas. Y las letras enriquecen mi vida de forma incomparable, pero a la vez son la fuente del problema que ellas mismas se encargan de resolverme y replantearme de forma cíclica e infinita...

2 Comentarios:

At 11:54 a. m., Blogger Rafa Gil dijo...

Uno de nuestros análisis iniciales reveló que el 99.5% de alumnos con expediente brillante son borregos mediocres que jamás se dan cuenta de si aquello que les exigen hacer es una memez o no, que no piensan por ellos mismos, que presuponen a sus superiores el don de la verdad absoluta, que se auto culpabilizan de todo, y que son capaces de estudiar quince horas al día simplemente por miedo al fracaso, porque “así funcionan las cosas”.

Esto es un extracto de un post de un tio llamado Fuckwoski. Lo colgué hace tiempo. El enlace original no lo encuentro, pero hay una transcripción por aquí: http://www.elfrascodelodio.com/?p=550

 
At 12:08 a. m., Anonymous Anónimo dijo...

Ahora que estoy de exámenes y sé muy bien de lo que hablas, voy a contarte algunas de mis reflexiones:

Cierto, cuanta más sintaxis estudio, cuantas más biografías leo y cuantas más teorías literarias tengo que aprender, menos claro me queda todo. Menos recuerdo y menos puntualizo. Y es efectivamente lo que ocurre cuando se va creciendo y se va desarrollando la mente: menos se puntualiza, más visión global se adquiere. Y créeme, esa es la madurez y el crecimiento. El estudio del “Arte Arquitectónico en los pueblos indígenas de América del Sur” es sólo un trabajo para mantener ejercitadas tus neuronas. Es un trabajo que en realidad disfrutas – por eso lo elegiste-, pero como todo trabajo, es cansado. Además de cansado, al ser impuesto por una fecha y un examen concretos, se convierte en disgusto. Más tarde acaba siendo un recuerdo de una noche horrible en la que dormiste cuatro horas para hacer un examen que posiblemente te saliera regular. ¿Y qué queda entonces? Tu visión global del pasado. De la importancia de ese examen en aquella noche, de su importancia ahora. Quedan tus reflexiones y tus preguntas sobre ti y tu mundo, que es lo más importante en la vida. ¡Mucho más que los arquitrabes, dónde va a parar! Te gusta lo que haces. Y te gusta porque cada vez que miras el río que divide tu ciudad haces arte con lo que piensas. ¡¡Y te gusta cada vez que tú eliges meterte en un museo sin asignatura, sin fecha, y sin examen!!

Y cuando entras, cuando paseas y miras entre cuadros, recuerdas las clases, las napolitanas de choco, las risas con los compañeros y aquella vez en el bus que verdaderamente pensaste sobre lo que había dicho el profesor, disfrutando de la idea en una asignatura asquerosa.

Después de los exámenes, después de “saber menos”, sabemos más. Menos cosas mundanas, más cosas universales, las más importantes, quizá las únicas. Son las que harán que el día que tú enseñes a alguien o hagas una tortilla, disfrutes. Sonrías como la vez que sonreíste en la clase que iba de uno de tus cuadros favoritos, porque habrás aprendido a apreciar las cosas dulces en una salsa un poco amarga a veces, como los exámenes.

Yo cometo el error de pensar que la literatura de mi vida a partir de ahora va a ser analizada exhaustivamente con un lápiz. ¡Si ni siquiera sé reconocer las formas, tropos y figuras literarias! Y en mi clase de las 8.30, en la que sólo quiero dormir, de repente alguien dice… “es que lo importante es sentir”, y no resulta nada especial, pero ves que el compañero de la fila de delante sonríe porque siente. Y es entonces cuando me animo a coger un libro, y prohibiéndome a analizar, abro el corazón - o el cerebro medio, ;) – y descubro que el autor también sabe sentir. ¡¡Y todo en ese instante merece la pena, y ningún dato sobre Chomsky puede superar eso!!

Tu carrera, tus estudios, tus exámenes valen tanto para ti como tus viajes en bus o tus paseos por tu Italia. Todo depende de cómo tú percibas las cosas, tú las haces grandes, y no hay nada como recibir del mundo las cosas grandes que quiere ofrecerte. Los estudios o la actividad intelectual son cosas grandes muy comprimidas en muy poco tiempo, creo que ni el más inteligente llegaría a poder apreciar toda la sabiduría que contienen en toda una vida… pero ahí están. Están para que tú llegues, te pasees por ahí libremente, descubras lo que sí y lo que no, y te quedes con lo mejor, que no siempre está en las aulas.

Y cuando terminas, te sientas, agotado, mirando lo poco que sabes de arte, y lo mucho que sabes sentirlo. ¡¡Y todo lo que valen las noches de esfuerzo y los cafés y las risas... para comprender lo que es la vida!

 

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