martes, enero 31, 2006

Rehumanizarse

Hoy he tardado una hora y media en llegar a la facultad, que es un trayecto que suelo completar en cincuenta minutos. Cuando he podido hacer un cálculo del tiempo final, he decidido relajarme, anular todos los sentidos que me oprimían y concentrarme en la música que llevaba en los oídos. He dejado de ver decenas de personas apelotonadas en un lugar donde cabrían de forma normal diez veces menos, he dejado de sentir empujones y cuerpos que me aprisionaban aún más, he dejado de oler el aire infecto que se respiraba en un vagón cerrado a veinte metros bajo el suelo. Sólo la música, fuera lo que fuera. Me concentraba en cada melodía de cada instrumento, en cada ritmo, en cada palabra del texto de cada canción. Lo he hecho porque era la única manera de recordar que soy un ser humano, que aunque el mundo me obligue a vivir en unos tiempos irreales, sigo siendo un simple ser humano.

Hemos aceptado el progreso sin darnos cuenta de lo lejos que está de nuestra propia naturaleza. Vemos como normal subir en un autobús público, meter un trozo de cartón en una máquina que lo devuelve sin que sepas a ciencia cierta qué ha hecho con él, y dejarte llevar a una velocidad que ningún hombre hasta hace apenas doscientos años imaginó. Es normal para nosotros bajar a un túnel acompañados de miles de personas, meternos en un compartimento que aterraría a nuestros bisabuelos y salir, por arte de magia, en la otra punta de una ciudad tan grande que tardaríamos horas en recorrerla a pie de un extremo a otro. Volvemos a casa y un aparato con teclas sin más conexiones con el mundo que un par de cables nos proyecta sobre un cristal plano cualquier información que le pidamos. Obtenemos música de la nada en cuestión de segundos. Hablamos con cualquier persona en tiempo real a través de un aparato más pequeño que nuestra mano.

Por eso, de vez en cuando, es necesario rehumanizarse. Dejar de mirar el reloj digital y sentir en nosotros mismos el paso del tiempo. Salir a la calle y mirar los árboles que ignoramos día tras día para disfrutar de ellos, mirar al cielo y dejar que nuestra imaginación vuele. Todas las civlizaciones han inventado decenas de preciosos mitos sólo mirando al cielo, donde intuyeron que está la verdad. Nosotros lo despreciamos y lo único que nos importa de él es si dejará caer agua o no, algo que nuestras generaciones son ya incapaces de leer en las nubes. Hay que caminar sintiendo el tipo de suelo que pisamos, como la nieve de hoy con su mágico murmullo.

Tenemos todo a nuestra disposición, pero cae sobre el terreno yermo que es nuestra ignorancia de las cosas más elementales, esas que ya no aprendemos porque nadie nos las evalúa. Aprendemos decenas de claves numéricas sin tener la más mínima noción de aritmética, conocemos palabras en distintos idiomas sin conocer ni una sola regla del nuestro, hablamos a diario sin habernos planteado nunca la forma de un diálogo. Nos preocupamos de zonas verdes sin saber distinguir un roble de un álamo y construimos casas en cualquier dirección porque ignoramos de dónde vienen los vientos.

Deberíamos preocuparnos más por conocer el mundo a través de nuestros propios sentidos, a través de aquello que somos independientemente de cualquier facilidad que la tecnología nos brinda, sólo así creceremos como seres humanos. Porque eso que somos más allá de cualquier cable es lo que nos va a acompañar hasta más allá del fin de nuestros días...

3 Comentarios:

At 11:06 a. m., Blogger Rafa Gil dijo...

Qué cabrón. Enorme.

 
At 2:06 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

amén...

 
At 3:48 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Bien dicho Fer!
A veces yo también siento la necesidad de recordarme que soy un ser humano.
Cuando observo un poco alrededor me da por pensar que estamos "involucionando" hacia un estilo de vida en cierta manera "animal"...
un saludo

 

Publicar un comentario

<< Home