sábado, febrero 25, 2006

El patito y la paloma

Acabo de llegar de estar con mi colega Kike. Además de haber iniciado un blog que tiene muy buena pinta, Kike tiene algo especial que hace que siempre pasen cosas raras a su alrededor.

Primero nos hemos reencontrado con una chica del colegio, de la que no sabíamos prácticamente nada desde hacía cerca de diez años. Era una chica normal, callada, inteligente, y que solía ir con dos de las chicas que más gustaban por aquel entonces. De las dos, una se metió a hacer una ingeniería con el afán de diseñar armas y la otra se dedica a destruir hombres saliendo con ellos sin llegar jamás a tener sexo por un problema desconocido que yo interpreto como homosexualidad no reconocida. La chica que hemos visto hoy ha cambiado desde aquellos días. Ahora mide más de metro ochenta, estudia psicología con matrícula y... a ver cómo lo explico sin que suene brusco: está más buena que el arroz con leche. El cuento del patito feo.

Cuando ya nos retirábamos para casa, a Kike le han venido las necesidades fisiológicas típicas del momento, así que hemos buscado el primer sitio para entrar a hacer una rápida visita al señor Roca. Cuando nos disponíamos a entrar en un local nos ha dicho el portero: "Perdonad, es un club privado", ante lo que nos hemos dado la vuelta para buscar otro sitio. "Pero no he terminado", agrega el portero, "podéis entrar si nos dejáis los datos y venir siempre que queráis, organizamos fiestas de vez en cuando". Aunque yo me estaba volviendo para irme a otro bar, Kike ha dicho "pues me parece de puta madre", y ha entrado con tal seguridad que sólo he podido seguirle, probablemente me estaba llevando a un mundo nuevo lleno de amigos en el que acabaríamos cada sábado en nuestra década de los treinta. A la entrada había una señora tomando los datos que ningún humorista podría haber caracterizado mejor. Gorda, mediana edad, fumando y con el tono de voz de la que está harta de hacer todo aunque sea la primera vez. Primero he visto cómo Kike daba con seguridad sus datos, henchido de orgullo. Mientras yo daba los míos (ha sido tan rápido y extraño que sólo he podido variar mi DNI en un número), la amable camarera nos ha preguntado qué queríamos beber, así que hemos pedido dos cocacolas que le han salido a Kike por ocho eurazos... Luego nos han dado nuestras tarjetas de socios y nos hemos adentrado un poco en el bar. Mientras Kike iba al baño (al fin y al cabo para eso estábamos allí) yo he mirado la tarjeta que nos habían dado:

"Asociación Humanitaria y Ecologista
Acacia, Paloma y Azabache"

Cuando Kike ha vuelto y se lo he mostrado, habían sucedido tantas cosas raras en tan poco tiempo que no sabíamos de cuál nos estábamos riendo. ¿Qué ha sido peor? ¿Insistir en entrar en un club privado cuando lo único que queríamos hacer era ir al baño? ¿Rellenar un formulario por una meada? ¿Pagar ocho euros por dos cocacolas? ¿Hacernos hippies sin saberlo? ¿Por qué tienes que hacerte socio de todo eso para entrar en un bar normal y corriente? Aunque todos sepamos que es negro y lo asociemos a Matías Prats, ¿qué coño es el azabache?.

Ahora imaginamos que en unos días recibiremos cartas en casa para que acudamos a encadenarnos a acacias en peligro de tala, o que nos rogarán por las palomas de algún castizo monumento. Pero mientras pasa algo de eso, yo me he hecho socio de un club de una manera que habría firmado el mismísimo Homer Simpson.

1 Comentarios:

At 6:32 p. m., Blogger Javier dijo...

la verdad que es una historia muy muy simpsons... seguro que en alguna de las salas de vuestro CLUB estaba el director Skinner dando clases sobre ornitología...

 

Publicar un comentario

<< Home