viernes, septiembre 29, 2006

Ex voto

Un exvoto es una ofrenda que se le hace a un santo cuando te concedió algo que le pediste de forma vehemente. En algunas capillas de provincia es fácil encontrar decenas de objetos colgados junto a la imagen de tal o cual santo, que dio suerte en la cosecha de ese año o que salvó la vida de aquel hombre en el accidente de moto.

Hoy he abierto el libro de San Antonino da Firenze de Piero Bargellini y en vez de encontrar un "Prefacio" he encontrado un "Ex voto". He descubierto que Antonino es el patrón de las embarazadas en Florencia y que a su reliquia se dirigen las mujeres cuando les queda poco para dar a luz, para que las asista en el parto. Bargellini había tenido ya cinco hijos, y le había prometido a Antonino otras cinco veces una biografía que no llegaba. Pero a la sexta no pudo olvidar más su deuda con él.

Era verano de 1943 cuando la mujer de Piero, Lelia, se quedó embarazada por sexta vez. En marzo del año siguiente, cuando a Lelia le quedaba poco para alumbrar la criatura, partió del molino donde vivían para ingresar en el hospital de Florencia. Piero no podía ir con ella porque debía trabajar y cuidar de los otros cinco hijos. Pero a los diez días de larga espera, Piero logró un sitio en un coche que bajaría a la ciudad y partió en busca de su esposa. Dejó a los niños al cuidado de religiosos y abandonó el molino por unos días.

Llegó a Florencia para pasar los últimos días con su mujer. No me refiero sólo a los últimos días antes del parto, sino los últimos en sentido absoluto, porque Leila moriría durante el parto. Había sido consciente durante todo el embarazo, pero "¿cómo no voy a dejarla venir con nosotros?", decía. Y reía y lloraba al tiempo.

Mientras Piero estaba en Florencia, el ejército nazi, en retirada de la península por el avance aliado desde el sur de Italia, asoló la aldea y el molino donde vivían los Bargellini. Fusilaron a todos los hombres de la aldea, también a su hijo Mauro, de cinco años, y a Bernardina, de once. Y a pesar de esto, Piero recuerda otros actos como más crueles y cobardes aun. Antes de marcharse, los nazis le habían mezclado la sal con el azúcar, habían roto su termómetro y habían tirado tinta de negra sobre la ropa blanca de sus hijos.

Piero llamó a su hija Antonina, y tres años después, en 1947 escribía la vida de San Antonino da Firenze, ese libro que esta mañana he comenzado a leer en la biblioteca, como exvoto al santo que le había salvado la vida, sacándole del molino y la aldea días antes de la barbarie. Antonina Bargellini tendrá hoy sesenta y dos años, probablemente viva en Florencia, y probablemente lleve encima alguna estampita de San Antonino.