viernes, marzo 09, 2007

Laus Verbi o el Elogio de la Palabra

"SÓCRATES: [...] Un ejemplo: cuando una cosa se hace mayor, ¿no es necesario que de menor que era antes se haga luego mayor?
CEBES: Sí.
SÓC: Y en el caso de que se haga más pequeña, ¿no ocurrirá que de mayor que era primero se hará después menor?
CEBES: Así es.
SÓC: ¿Y no es verdad que lo más débil procede de lo más fuerte y lo más rápido de lo más lento?
CEBES: Sí.
SÓC: ¿Y qué? ¿Lo que se hace peor, no procede de lo mejor, y lo más justo, de lo más injusto?
CEBES: Indudablemente.
SÓC: ¿Tenemos entonces probado de un modo satisfactorio, que todo se produce así, que las cosas contrarias nacen de sus contrarios?
CEBES: Sí."

Este fragmento corresponde a la parte inicial del Fedón de Platón. En este diálogo, Platón (o Sócrates, ¿de verdad importa?), usando la teoría de los contrarios, logra convencer a los demás de la inmortalidad del alma. El diálogo, además de ofrecernos algunos de los momentos más impresionantes de la filosofía, nos aporta algo que hemos olvidado: que mediante el razonamiento, se llega no sólo a las conclusiones sino también a la persuasión de los demás por su incapacidad de rebatirlas.

Hoy, estamos condenados a los diálogos de sordos. Vivimos en una época plagada de la más baja clase de sofistas, de malabaristas de las palabras, de fenicios que responden a preguntas que nunca se les han formulado y preguntan a su vez sin detenerse a esuchar la respuesta. Nadie da una oportunidad para dejarse convencer, enfangados como estamos en nuestras inamovibles posiciones, pero todo vale para ganar simpatizantes, votos, mártires para tu causa o, incluso, a veces sólo dinero. Nadie reconoce su derrota dialéctica porque nadie se atreve a librar esa batalla; dos y dos son cinco para unos, pero cuando alguien, con dos manzanas en cada mano las una y demuestre que son cuatro, será abatido por silogismos infames que le tacharán de loco, radical, e insolente. Y el que lo abata, será aplaudido por millones y millones de iletrados con ganas de aplastar a la otra mitad que grita, insulta y patalea. El grito y el insulto: homicidas de la palabra.


Erasmo tradujo del griego "Al principio estaba la palabra", no "el verbo", como había traducido San Jerónimo. Y Erasmo nunca decía las cosas por casualidad. Al principio de todo, justo en ese momento en el que el hombre deja de ser un animal para convertirse en un ser humano, está la palabra, el logos que se opone al mito. La palabra, el regalo que se nos concedió para construir, para elaborar, para añadirle un sinfín de desinencias que en el fondo no son otra cosa que matices, porque no es lo mismo que yo haga el amor, que lo hagas tú, o que lo hagamos nosotros. Y con ese arsenal ingente de armas, podremos librar la batalla a la que Lorenzo Valla nos llamó a mediados del siglo XV: certemus, quaeso, honestissimum hoc pulcherrimumque certamen ("libremos, os ruego, el más noble y hermoso de los combates"). Borges decía que Alejandro Magno dormía con la espada y la Ilíada debajo de la almohada, "esas dos armas". Busquemos armas, presentémonos en el campo de batalla, y luchemos: construyamos, inventemos, rebatamos, convenzamos, pero también dejemos construir, dejemos inventar, seamos rebatidos y seamos convencidos. Afiancemos nuestra victoria aun después de conseguida y aceptemos la derrota antes de que sea deshonrosa. Hablemos, escuchemos. Seamos honestos, reconozcamos a los sabios y olvidemos a los necios de negros corazones. Dialogos en griego significa "a través de la palabra". Sólo a través de las palabras podemos avanzar, sólo a través de los diálogos podemos avanzar. Sólo dialogando. Hablando.

2 Comentarios:

At 3:25 p. m., Blogger neis dijo...

odio la mediocridad, me llena de rabia y me comprime por dentro, ¿por qué siempre es lo que triunfa?

 
At 11:13 p. m., Blogger La Pofe dijo...

¿por qué el más poderoso es el más necio?

 

Publicar un comentario

<< Home