Synfagia
Los viernes son conocidos popularmente por ser el día en que se sale. "¡Al fin es viernes!", piensan muchos después del jueves. La gente se prepara, se ponen guapos y salen a los bares y discotecas con intención de tomarse un copazo, bailotear un rato, morrearse con lo primero que encuentren para desfogar la primavera incipiente o, simplemente, salir con los amigos a verse las caras...
Nosotros, que tenemos de revolucionarios lo que Gentile da Fabriano (es decir, nada), solemos congregarnos los viernes normalmente para la última versión, la de no hacer nada especial, pero vernos y decir cien mil tonterías para reírnos. Sin embargo, hay una magnífica variante de este tipo de encuentros que manejamos con soltura, alegría y que nos reporta la mayor de las felicidades terrenas: comer juntos. Nada puede hacernos más felices que sentarnos todos a una mesa a comer bien. Todo son miradas de tranquilidad, de felicidad, de compañerismo; se intercalan las risas con los afanados silencios de huesos y cáscaras. Anoche tocó el Mesón, pero son recientes la "jabugada" en casa de Juan y el pollo freestyle de El Provencio. Y echando la vista atrás uno puede ir, como si del juego de la oca se tratase, de comilona en comilona recorriendo los años que llevamos juntos.
Gracias a todos por hacerme compartir momentos tan felices sentado a la mesa.
Nosotros, que tenemos de revolucionarios lo que Gentile da Fabriano (es decir, nada), solemos congregarnos los viernes normalmente para la última versión, la de no hacer nada especial, pero vernos y decir cien mil tonterías para reírnos. Sin embargo, hay una magnífica variante de este tipo de encuentros que manejamos con soltura, alegría y que nos reporta la mayor de las felicidades terrenas: comer juntos. Nada puede hacernos más felices que sentarnos todos a una mesa a comer bien. Todo son miradas de tranquilidad, de felicidad, de compañerismo; se intercalan las risas con los afanados silencios de huesos y cáscaras. Anoche tocó el Mesón, pero son recientes la "jabugada" en casa de Juan y el pollo freestyle de El Provencio. Y echando la vista atrás uno puede ir, como si del juego de la oca se tratase, de comilona en comilona recorriendo los años que llevamos juntos.
Gracias a todos por hacerme compartir momentos tan felices sentado a la mesa.