jueves, junio 23, 2005

Día lunar

Hoy ha sido uno de los días más extraños de mi vida en cuanto a vida interior se refiere. Tenía examen a las diez de la mañana y no he ido. La única razón por la que he estado a punto de ir ha sido no tener que explicar a la gente por qué no lo había hecho. Porque no sé qué contestar: lo había estudiado, me venía bien la fecha (de hecho la nueva fecha no me viene tan bien...), en fin, todo parece absolutamente normal. Pero ha habido a lo largo de la mayor parte del día algo que me ha puesto un muro infranqueable para hacer ese examen. No ha sido tanto el que casi no haya dormido o que esté más o menos triste porque se hayan ido ya dos amigos como algo indescriptible pero de una gran fuerza. Así que no he ido.

He ido sin embargo a la biblioteca, cabizbajo, en cierto modo malhumorado, en parte conmigo mismo y en parte por no entender nada, mohíno y me he enfrentado a las primeras de las tantas veces que he explicado por qué no he ido al examen. Alguien que ya ha demostrado su sensibilidad en alguna ocasión me ha contestado: “es que esta noche ha habido luna llena”. Yo, que soy propicio a este tipo de explicaciones, he recordado de repente la gran luna roja que vi anoche entre nubes en Piazza dei Cavalieri. Habrá gente (como mi hermana, que probablemente encuentre todo esto un giro retórico para tratar de explicar mi falta al examen) que piense que son tonterías, y, siendo consciente de que no puedo aportar ningún fundamento científico, quiero hacer sólo un comentario: la luna es culpable de las mareas; teniendo en cuenta que estamos hechos de agua aproximadamente en un setenta por ciento, ¿por qué no debería influir en nosotros?. El caso es que me ha parecido la única explicación posible a un hecho sin causa justificada, sobre todo porque aporta un motivo prácticamente dogmático que encaja con el sentimiento de “sencillamente lo siento y no pretendo que lo entiendas”.

miércoles, junio 22, 2005

I hope you don't mind that I put down in words...

Mañana empieza el éxodo español de Pisa. Se nos van los dos primeros, con ellos se nos va el sur de la península. Sería relativamente fácil hacer un post lacrimógeno contando el trocito de cada uno de nosotros que se llevan, el vacío que nos dejan, lo bonita y eterna que es nuestra amistad, etc... Pero como ya he dicho en otra ocasión, y empieza a ser significativo que se repita, sería envilecerlo todo. Es como hacer un libro de Michelangelo y sacar el David en la portada o acompañar un poema de amor con la típica puesta de sol. Sería resumirlo todo demasiado rápido. Lo único medio original que puedo decir es que nos dejan unas eses y unas jotas que nos saben a muy poco, porque no entran en frases tipo “tiene más dientes que una película de caballos” o “llevo una papá en tó lo arto”. Buen viaje, suerte y no penséis que vamos a tardar mucho en vernos.

domingo, junio 19, 2005

Un aleph

Por esta vez me siento más en la obligación de hacer una crónica relativamente detallada de estos días que escribir unas pocas frases largas y cargadas. El jueves 16 de junio pasará a la Historia como uno de los días más felices de toda mi vida por una larguísima serie de cosas. Desde las tres y media de la tarde más o menos estuve trabajando para la Luminara, una de las fiestas típicas de Pisa. A lo largo de todo el Arno se colocan decenas de miles de velas por todas las casas y puentes, incluso en el río, dibujando los perfiles y creando algunos motivos decorativos. Yo estuve en el Cortile della Sapienza, que hoy lo ocupa la facultad de Derecho. Por seis horas estuvimos abriendo tapones, encendiendo velas, metiéndolas en vasos y colocándolas en los alambres de las maderas. Hice un cálculo aproximado y creo que sólo en la parte que hicimos nosotros había más de dos mil quinientas velas. Ha sido una de las mejores experiencias de la Erasmus, participar en una fiesta tan típica de aquí, sobre todo porque tuve el honor de hacer una parte del trabajo más bonito, que es el ir colocando cada vela en su sitio. Una vez más vino a mí la absurda comparación con Madrid y lo integrado que estoy en cada ciudad. Cuando terminamos, después de seis horas, bajé hasta el río cuando ya había casi anochecido. Me quedé casi sin respiración, como ahora cuando lo escribo al recordar el espectáculo tan bonito de toda una ciudad decorada con pequeñas luces vivas. Es algo sobrecogedor, una fiesta tan sencilla como bonita. A veces parece tan fácil hacer cosas bonitas... Tan fácil como encender velas y esperar a que anochezca... Demuestra que si no hay más belleza en nuestras vidas es porque estamos demasiado alienados para pararnos a pensar en crearla.

Después vinieron los fuegos artificiales, que por muy convencionales que sean, siempre tienen algo de mágico. Son una de las expresiones más gráficas de la alegría: algo que explota lleno de luces de colores. Y luego llegó la fiesta, en Piazza dei Cavalieri, donde podía ser si no. No había visto nunca tanta gente en esa plaza y es entonces cuando recuerdas por qué las ciudades tienen sitios tan amplios, que no están sólo para hacer bonito, sino porque valen para reunirse. En lo personal la fiesta estuvo marcada por la frase “Qué cariño te he cogido, qué poco te aguantaba al principio, pero cómo te quiero ahora”. En este fin de semana ya son cuatro las personas que me lo han dicho, aunque, por otro lado, ya lo sabía. Como no podía ser de otra manera, vimos amanecer; en el río, algunos con los últimos coletazos de la borrachera, otros más serenos, otros directamente melancólicos. Y con dos cruasanes de crema en el estómago y absolutamente destrozado, me fui a dormir.

Ayer viernes el día prometía pasar desapercibido, pero dos hechos lo sacaron de las previsiones. El primero, el lumbago de una de las componentes del clan y que sirvió para ver con qué facilidad (y orgullo) se activa la maquinaria de la cooperación en casos de necesidad. El segundo y, egoístamente, más importante es el hecho de que mi cumpleaños se adelantara un mes y doce días en forma de regalo: una preciosa guitarra traída de Nápoles de parte de todos mis amigos. Ayer me quedé sin palabras y hoy todavía no lo he digerido mucho aunque me gire casi a cada palabra que escribo para verla. Prometo aprenderme más canciones, en serio.

Y hoy tampoco parecía nada del otro mundo hasta que ha comenzado una de esas interminables cenas calabresas donde hay antipasti, tres primeros platos de pasta, dos segundos, guarnición y dos postres. Hace un rato no podía ni bostezar porque me dolía. Ahora puedo hasta sentarme y levantarme. Mañana, repasar el examen del lunes y carrera de Alonso. Pasado, una de las semanas de exámenes más difíciles que haya tenido nunca.

Todavía no sé muy bien por qué he elegido esta manera un tanto aséptica de contar las cosas. Será porque detallar cada sentimiento tan grande que he tenido a lo largo de estos días sería no sólo aburrido para el que lo lea sino casi envilecerlos porque acabarían perdiendo matices para quedarse sencillamente en un “qué bonito fue”.Y como no quiero que este post acabe con un tiempo pasado, hago llamamiento a los que lo han vivido conmigo para que dejen un comentario. Sé que lo harán.

miércoles, junio 15, 2005

... año de bienes

La verdad es que hoy tengo poco que decir, pero prefiero contar esto en un post antes que poner un frío enlace en la sección de los links. Alguien especial ha abierto un blog. Aún no ha cogido forma, pero estoy prácticamente seguro que no será el “clásico” blog donde se cuenta con más o menos arte lo que te va pasando cada día. Es alguien que necesita expresarse, que tiene dentro un caudal de energía desmesurado que por fin se está encauzando por un camino sereno y dulce. Yo la conocí cuando era un escándaloso río que bajaba, salvaje y sobrecogedor, de cumbres por fortuna desconocidas a casi todos. Ahora es una corriente pacífica, muy consciente de lo que cuesta llegar al valle sin perderse en llenar inservibles lagunas que nadie conocería nunca. Es lo que ocurre cuando uno encuentra su camino y lo escoge firme y orgulloso de sí mismo, contento de haberse dado cuenta de que transcurrir con calma por un prado al alcance de todos es tan noble o más que perderse en los insondables ecos de oscuros desfiladeros. Yo no sería hoy el que soy si no hubiera visto todo este cambio, que me ha mostrado que ir por el llano no es vender la propia esencia de torrente, sino tomar la distancia necesaria para ver la belleza de las montañas sin jugarse la vida por románticos precipicios...

martes, junio 14, 2005

Cuarto y último movimiento

Esta noche hemos celebrado el enésimo cumpleaños Erasmus, pero hoy ha tenido un pequeño sabor distinto que no sé si todos hemos percibido; algunos de los que sí lo han hecho han mirado a los que no tratando de convencerse de que esto no está acabando. Y es que la canción que ha sido norma en cada cumpleaños pierde el aura mágica cuando algunos de los presentes ya tienen un billete de vuelta a España. Y entonces te das cuenta de lo mala que es la canción, del juego de palabras tan absurdo de la segunda estrofa y por primera vez piensas en la versión original y recuerdas lo mal que canta el tipo. Se cantaba con miedo, porque esta vez nadie quería que la emoción se desbordase, éramos todos petardos unidos por la misma mecha: si caía uno, caíamos todos.

El hecho de que esto tiene un final es algo que se sabe desde el principio, pero ninguno quiere aceptarlo, así que cerramos los ojos cada día. Es como esas melodías subterráneas de las grandes sinfonías que están ahí toda la obra, ajenas a tu oído pero presentes en tu cerebro y que sólo al final, cuando todo explota, sabes reconocer y tararear. Señores, se acabó el scherzo, llega el último movimiento: hagamos que este mes que queda retumbe para siempre en nosotros como el más brillante coro de Häendel lanzado contra la más wagneriana de las orquestas.



P.D. Si a alguien le parece excesivamente pedante la última frase y su símil musical, sólo decirle que tiene razón pero que no lo he podido evitar.

sábado, junio 11, 2005

Canciones

Bueno, recojo el guante desafiante lanzado por Rafa y me apunto a eso de hablar de las canciones importantes ahora mismo y en general en mi vida.

· ¿Cuánto ocupan los archivos de música en tu ordenador?
Teniendo en cuenta que estoy en Italia con el portátil, no mucho, me parece que tendré menos de medio giga. Luego tengo cinco cds de y un dvd de mp3 y cerca de 100 cds de los de escuchar. También tengo que decir que no soy una de esas personas que todos los días descubre nuevos grupos y canciones. Es cierto que si escucho las cosas que van saliendo y me muevo con gente que está constantemente renovando las cosas que oye, pero luego son pocos los cds que llego realmente a grabar o que se hagan un hueco en mi vida. Como con los libros: puedo leer varias veces los mismos y pasarme meses sin leer nada nuevo. Al igual que en otras muchas cosas soy más intensivo que extensivo.

· ¿Último cd que te has comprado?
Pues voy a quedar genial, porque si no recuerdo mal fue la 3ª Sinfonía de Beethoven, la Heroica, la que está dedicada a mi idolatrado Napoleón. El cuarto movimiento es, como dirían por aquí, sconvolgente.

· Cinco canciones que tengan un significado para ti.

Mariah Carey – Hero. Muchos pensaréis que menuda pastelada, etc... Probablemente no pueda cambiaros esa impresión. Creo que es la primera canción que escuché con fanatismo. Digamos que es mi primera noción musical de la épica. Para los que quieran un ejemplo gráfico les recordaré que fue la canción escogida para cantarle a Michael Jordan el día de su homenaje en el All-Star.
Platero y Tú – El roce de tu cuerpo. La canción que marcó mi adolescencia. Hay muy pocas canciones que haya escuchado más que esta. Ejemplo de que no hay que ser sentimentalista para hacer una canción de amor.
Revólver – Besaré el suelo. “Cuanto más bella es la vida más feroces sus zarpazos”. Esta frase me ha venido a la cabeza tanto en los momentos malos como en los buenos. Me hace tener un mínimo contacto con la realidad en momentos de euforia.
Queen – Somebody to love. Canción que he escuchado un sinfín de veces por lo buena que es, pero que en la frase del estribillo “Can anyone find me somebody to love?” está haciendo la pregunta que hago yo a menudo. Es curioso, y a veces un poco frustrante, tener ganas de amar y no encontrar la persona adecuada para hacerlo.
Extremoduro – Golfa. “Nada me para cuando empiezo a crecer” Frase ególatra para un leo como yo...

· Cinco canciones que escuches mucho actualmente.

Serán una especie de banda sonora de mi Erasmus desde después de Navidad.
Kiko Veneno – Te echo de menos. O cualquiera que se toque Álvaro con la guitarra en Cavalieri.
Los Panchos – Nosotros. La primera canción que aprendió Dana en español, y qué bien la canta...
Fito y Fitipaldis – La casa por el tejado. Canción alegre y bonita para el año más bonito y más alegre. Y vivan los quiasmos.
Carmen Consoli – Parole di burro. “Palabras de mantequilla” viene a ser la traducción. En fin, lo mejor de música italiana que he oído hasta ahora.
Revólver – Eso de saber. La otra canción que canto con Dana.

Y, en fin, como no soy mucho de reenviar mails ni cosas así sólo le paso el testigo a Copo.

jueves, junio 09, 2005

Cosas absurdas

Sí, es tarde, mañana tengo que madrugar para seguir estudiando Historia Contemporánea, pero no puedo acostarme sin contar las cosas absurdas que me pasan últimamente, que me hacen sentirme parte de un complot internacional o víctima de una vida falsa al estilo Show de Truman o sencillamente, observado por el Estado al modo 1984. Nostradamus con menos hacía profecías.

Hace unas tres semanas me encontré lo que popularmente se conoce como duro, o sea, una moneda de cinco pesetas. Para los que lo desconozcan o lo pasen por alto, me lo encontré en Pisa, Italia. Y no conviene pasar por alto que yo, persona que lo encontró, soy español. Desde aquí hago un llamamiento a algún matemático que me pueda dar el número exacto de probabilidades de que sucediera, es decir, que una persona encuentre en un país extranjero una moneda fuera de curso legal de su propio país. Otro llamamiento: si un italiano ha encontrado recientemente liras en España, que me lo haga saber.

Hace pocos días salí de casa con mi camiseta de Orlando Magic de Tracy McGrady, con el número 1, por supuesto. Pues he aquí mi sorpresa cuando al final de la calle veo otra camiseta de Orlando Magic con el número 1, pero de Hardaway, o sea, el jugador que (creo) llevaba antes ese número en el mismo equipo. Vale, este hecho es menos evidente al lado del asunto del duro, pero también lleva una carga filosófica importante detrás... Mismo equipo extranjero de un deporte minoritario en Italia con el mismo número, pero sin embargo, distinto jugador...

Por último, la absurda coincidencia de tipo lingüístico. Estaba esta mañana en el ordenador de la biblioteca cuando ha venido una amiga española filóloga a preguntarme si le podía buscar la palabra “anaquel” en el google. He abierto otra ventana y, con el 99% de mi cerebro diciendo “no puede ser” le pregunto: “no estarás leyendo Borges, ¿verdad?”, a lo que me ha contestado “”. “La Biblioteca de Babel”, he dicho ya sin preguntar mucho. “” me ha dicho ella. Yo conozco esa palabra única y exclusivamente de ese cuento.

Seguramente estos días han pasado cosas más improbables aún en mi vida y no las he podido apreciar, pero estas me parecen lo suficientemente curiosas-raras-absurdas-improbables para no contarlas al mundo.

sábado, junio 04, 2005

De ciudades pequeñas

El otro día fui a ver “Star Wars Episodio III: La Vendetta dei Sith”. El que sea avispado se dará cuenta de que la vi en italiano, que es el idioma que usan por aquí. La película, como las anteriores, me llevó a muchos pensamientos sobre el mundo, la humanidad, las personas diferentes, etc... pero el hecho en sí de ir a verla también llevaba su montón de materia digna de pensamiento. Todo empieza en el hecho de que estuviéramos tres personas en la sala, ya que si tenemos en cuenta el tirón comercial que lleva detrás me atrevería a decir que éramos pocos. Esto me llevó una vez más a darme cuenta de lo que es vivir en una ciudad de noventa mil personas y fuera del círculo de grandes ciudades ya sea europeas que italianas. La verdad es que yo lo llevo mucho mejor que vivir en Madrid.

Vivo en la “periferia” y tardo quince minutos en llegar a cualquier parte del centro histórico. Seguro que doy rodeos cuando voy a los sitios, pero la diferencia es, desde luego, despreciable. Desde casi cualquier punto de la ciudad se tarda unos cinco minutos como máximo en llegar al río, que ya no es que le dé un aspecto bonito y natural a la ciudad, es que sirve para partirla en dos y orientarse de manera escandalosa. Conozco personas de cada parte de la ciudad, por lo que prácticamente todo queda “al lado de casa de fulanito”, así que todo, además de estar cerca, lo parece. Paso a diario por el centro, así que he llegado a entender la importancia de los monumentos conmemorativos: en una ciudad donde los ves cada quince días o más no tienen tanto valor, pero ver todos los días una estatua de Garibaldi y pasar por la plaza de los Caballeros de la Orden de Santo Stefano te lleva a preguntarte a menudo por toda esta gente, por lo que crece tu interés por la historia de la ciudad y también tu amor por ella, que en el fondo, de eso se trata. Hay hechos a los que no he sabido todavía darles la importancia que tienen, pero a otros, como que te suenen los perros y sus dueños, sí; cosas así de absurdas son las que me han llevado, en menos de un año, a sentirme más integrado en esta ciudad de lo que lo podré ser nunca en Madrid. Cuando hay alguna celebración o se organiza alguna fiesta o concierto es prácticamente imposible no enterarse; no quiero ni pensar la cosas que me he perdido en Madrid incluso sabiendo que existían. Conozco aproximadamente el recorrido que hace cada una de las menos de quince líneas de autobús; en Madrid tengo que tirar de guía en cuanto me quiera salir de los cuatro sitios de siempre. Y podría seguir con decenas de cosas que he notado y sentido a lo largo de estos nueve meses. La síntesis es que vivir en Pisa me ha dado la noción de “vivir en sociedad”, que es algo que en Madrid es imperceptible más allá del bloque de esos vecinos que a veces ni saludas.