lunes, agosto 22, 2005

Releer y rever

Estoy releyendo por quinta vez "El Señor de los Anillos" de Tolkien. Algunos que me conocéis pensaréis que ya podría leer otro libro, pero es que releer es tan importante o más que leer. Leer por primera vez es conocer y disfrutar una historia, pero releer es interiorizarla, hacerla parte de uno mismo, pararse y disfrutar los detalles, gozar de cómo un buen escritor (en este caso Tolkien) hace las cosas, aprender de él: ¿por qué hacer una fría descripción de una casa cuando puedes inventarte motivos para que tus personajes la recorran y la vean por el lector? Después hay frases que sencillamente nacen del interior de una naturaleza creadora como la suya: "Then another clear voice, as young and as ancient as Spring..." Que significaría más o menos "Entonces otra voz clara, tan joven y tan anciana como la primavera..." Frases como esta se me habían escapado las cuatro veces anteriores...

Hoy el destino me ha quitado una gran velada de PlayStation en multitud, pero me ha dado cambio la posibilidad de rever algunos de los primeros míticos capítulos de "El Príncipe de Bel-Air" con dos amigos con quienes tenía que haberlos visto desde un principio. Hemos reído tanto como la primera vez con cosas como la primera aparición de Jazz o la legendaria "y todo esto es mi tío Phil".

Supongo que a veces me repito en los temas de los posts o soy poco original, pero hay sitios a los que no puedo evitar volver...

lunes, agosto 15, 2005

Pérdidas

Yo tenía que contar hoy lo fantástico que ha sido este fin de semana en el pueblo de una la novia de un buen colega que, por cierto, se ha llevado el premio al taxista del mes. Hemos salido hasta el amanecer los dos días, nos hemos reído como hacía meses que no habíamos podido reírnos, hemos comido como animales (esto, desconozco por qué, pero es algo que entre tíos une) y hemos bailado y gritado como posesos.

Pero tengo que contar lo merluzo que soy por haber perdido la cámara digital que con tanto cariño y esfuerzo me regaló mi hermana. En fin, es un cacharro al que le tenía muchísimo aprecio: mi primera digital, ha pasado dos nocheviejas, un viaje a Paris, un año en Italia, cumpleaños y tengo que ir a perderla en un inocente fin de semana. Dentro había ocho fotos absurdas, por ese lado hasta he tenido suerte, pero estaba también mi tarjeta de memoria de 128 mb que tanto dinero me costó y las dos últimas pilas recargables que tenía, que sus compañeras andarán en algún lugar desconocido de Italia...

Aunque me considere una buena persona no puedo no desearle algún mal al que se la quedó en vez de dársela al dueño del bar donde la dejé. No quiero que le pase nada grave, ni que pierda él la cámara o se le estropee, porque para él no supondría ninguna pérdida material. Quiero que pierda unas fotos importantes en ella, o que tenga algún problema relacionado con la cámara que hasta hace unas horas era mía.

Yoda le dice a Anakin en el Episodio III que se entrene en separarse de las cosas que teme perder, porque el excesivo apego a las cosas a veces nubla el camino correcto de las demás. Añadiremos esta al cúmulo de señales que recibo y que aún no sé interpretar.

martes, agosto 09, 2005

Segunda fase

Llevo ya casi quince días en Madrid y digamos que he entrado en la segunda fase de mi readaptamiento. Si la primera consistía en volver a hacer habituales en mi vida las costumbres más básicas como los horarios de las comidas, la diferencia de luz solar y cosas del estilo, ahora estoy en la parte de reencontrarme con la gente y descubrir exactamente cómo están las cosas entre cada persona y yo mismo después de un año de distinto contenido para cada uno. Por un lado hay gente que me pregunta “qué tal” como si me hubiera ido de vacaciones quince días, esperando que les cuente lo bonito que es Italia y lo divertido que es comer pizza a menudo. Luego hay un gran grupo, los que te preguntan “qué tal” de verdad, que realmente se divide en dos: los que no entenderán nunca nada (por incapacidad o falta de ganas) y los que intentan y en muchas ocasiones consiguen empatizar contigo y darse cuenta de lo que ha significado este año para mí. Y luego está el grupo de la gente que ha vivido las mismas sensaciones que tú, sea a través de Erasmus o a través de otras cosas, y que te entiende y te comprende tan bien que te hace sumirte en la nostalgia por el recuerdo tan vivo que te evoca.

viernes, agosto 05, 2005

Daniela en siete párrafos

Por alguna razón que desconozco, siento la necesidad de hablar de mi amiga Dana, el tesoro que más me ha costado dejar en Italia... A Dana la conocí a los cuatro días de estar allí. Como ella es así, conoció primero a una chica que conocíamos y la invitó "con sus amigos españoles" a una cena en casa de una amiga suya, que luego ha resultado ser mi otra gran amiga italiana... El primer día hablamos algo, porque yo aún no entendía exactamente todas las cosas que su cerebro pasaba de forma tan ágil a su boca. Lo que entendí perfectamente es que Dana era un torbellino con piernas, brazos y unos ojos preciosos.

Poco a poco nos fuimos conociendo más, aunque tampoco con muchas prisas; de hecho en Navidad volví a España pensando que era una chica muy simpática con la que me llevaba bien, pero ni siquiera nos escribimos un mail o un mensaje en aquellos días.

Al volver de Navidad pronto empezamos a hablar más, yo me sentía mucho más cómodo con el italiano (no en vano con ella he hablado mis mejores ratos en esa lengua) y se dieron las circunstancias para hacernos amigos de verdad: tener cada uno un problema que poder resolver con ayuda del otro. Y así llegó aquella noche en la Piazza dei Cavalieri, donde nos evadimos un poco del resto para contarnos penas e inquietudes y hacer un trato nunca hablado de eterna alegría. A partir de ahí nuestra amistad se fue fortaleciendo basada en la instantánea comprensión del otro y en un estado perenne de felicidad. No pasaban cinco minutos desde que nos encontrábamos hasta que llegaban las primeras carcajadas, las primeras bromas.

Y lentamente empezamos a jugar a un juego al que realmente juegan todos los amigos: se trata de cruzar palabras en una lengua común a ambos pero que en el fondo carecen de significado, porque los mensajes van ya directos en un idioma más perfecto, que es el de las miradas, el de las melodías de la voz, los gestos, las sensaciones, los abrazos... Por eso sé que he hablado mi mejor italiano con ella, el más intuitivo, porque cuando hablábamos yo no prestaba ninguna atención a cómo decir las cosas, sabía que me estaba entendiendo con sólo sentarse cerca de mí.

Después llegó el maravilloso viaje a su casa, que ahora es ya también un poquito la mía, y entendí y aprendí muchas más cosas de ella, como cuando uno relee un libro dejando de lado el argumento para centrarse sólo en las partes más bonitas.

Y así pasaron los días hasta que nos dimos cuenta de que quedaba una semana para tener que separarnos... La tomamos con calma, con serenidad, con la tranquilidad que daba saber que lo único que terminaba era la rutina de la vida universitaria juntos. Una noche me dijo "Hemos hecho una tontería, no hemos ido juntos a los Uffizi". Yo le contesté "¿Y? Ya iremos, no me preocupa". Ella me miró con cara de "es cierto". Y era verdad, no era una fachada de ninguno por no hacer de aquello un drama. Los dos estamos tranquilos porque sabemos que iremos, igual que sabemos que ella vendrá a Madrid y que yo volveré a su Reggio Calabria para ver de una vez por todas ese Etna que se empeñó en ocultarse cinco días detrás de la foschia.

¿Que si hubo lágrimas en la despedida? Claro que las hubo. Suyas en Piazza Garibaldi, mías en casa, donde ella no pudiera verlas. Ahora cada día de mi vida reserva unos minutos para ella y cada viaje que pienso está marcado por un "eh, que también hay que ir a ver a Dana". Y aunque esté tranquilo, la echo de menos.

lunes, agosto 01, 2005

More than ever

Estos días el título del blog tiene más sentido todavía que cuando estaba en Italia. Si ya me sentía extranjero antes de irme, ahora probablemente más, o quizá lo mismo, pero con más conciencia de mi no pertenencia a este sitio. Madrid es una ciudad sin un carácter determinado. De hecho, históricamente ni siquiera es ciudad, sino villa, y esta pequeña y estúpida diferencia es mucho más de lo que parece a simple vista. Se trata de un lugar que, de repente, se hizo capital y empezó a acoger muchísima gente que se iba organizando a su aire, sin que llegaran nunca a sentirse una única parte. Todo esto pervive.

No digo que no haya una base más "madrileña" en la población, lo que quiero decir es que su porcentaje respecto al global es absurdo comparado con otros sitios que he conocido. Lo más cercano que tengo ahora es Pisa, y allí se distinguen a la legua los pisanos de verdad y los que son turistas o estudiantes que estamos allí en cierto modo de paso. Cuando he conocido allí alguien de Madrid, para mí era casi igual que si me dijeran Burgos, Bilbao o Cádiz: probablemente no haya pasado nunca ni medio cerca de donde vive. Recientemente he comprobado que un amigo de León que estudia aquí conoce mucho mejor la ciudad que yo que llevo aquí veintitrés años; de hecho me indicó cómo llegar a Cibeles desde donde estábamos porque yo no me orientaba mucho...

Pero al margen de mi desconocimiento de Madrid, que obviamente no creo que esté muy extendido, sigue estando el hecho de que para mí esta ciudad es un sitio donde cuesta muchísimo implicarse en cuestiones de ciudadanía, de compromiso o un mínimo carácter común. Ya dije, y reitero, que me siento más pisano que madrileño, así que ahora soy más extranjero que nunca...