lunes, octubre 30, 2006

Más autobuses...

"Pero ¿cómo la vas a dejar? ¿Por qué? Vas a encontrar muy pocas chicas como ella, que sea guapa, simpática y tan lista." A los doce años, uno no tiene mejores argumentos para recomendarle a un amigo que no deje a su flamante novia. No sé cómo, ella se enteró de esta conversación y al día siguiente me dijo "gracias" sin ningún motivo. Yo me hice el loco y jamás hablamos de eso. Después, los complejos entramados sociales de la pubertad nos llevaron a cada uno por un lado sin que supusiera ningún trauma para ninguno de los dos, y sólo años más tarde volvimos a hablar en un par de ocasiones por una amiga común.

Hoy la he visto entrar en el autobús, y sentarse cerca de la puerta. He dudado si acercarme a hablar con ella, pero una conversación forzada hubiera sido estropear un bonito momento. Porque al bajarme, la he mirado, he sonreído, y he dicho "Hola". Ella ha abierto mucho más los ojos y me ha contestado con un sincero "¡Hola! No te había reconocido". Apenas dos frases después, y con un intercambio de amplias sonrisas me he bajado del autobús con la agradable sensación de haber sabido elegir los momentos.

martes, octubre 17, 2006

La postal

"¡Anda! Alguien me ha dejado una postal de Florencia en mi cuarto. ¿Cómo? ¡Si me la han mandado desde allí! Pero ¿quién está allí ahora que yo conozca?"

Pues nada más y nada menos que cuatro amigas del colegio, con las que tengo poquísimo contacto pero con las que conservo una preciosa amistad. Y en su interrail no sólo se han acordado de mí al llegar a la Piazza di San Giovanni sino que además me han escrito, a una dirección aproximada que ha sido suficiente para dejarme sorprendido y borrar el cansancio madrileño de mis ojos. De verdad, gracias de corazón.

jueves, octubre 05, 2006

Ich lerne Deutsch

Esta mañana he comenzado a estudiar alemán, una lengua de la que no sé absolutamente nada. Y, francamente, siento la misma ilusión que cuando eres pequeño y haces una colección de cromos. Ahora, todo es nuevo, todo son palabras que desconozco, cromos distintos, sonidos diferentes, y acudo a clase con las mismas ganas con las que iba hace quince años al kiosko a por mis sobres.

Imagino que poco a poco iré haciéndome con las cosas elementales, y será precisamente en ese momento cuando, contemplando la magnitud de mi empresa ("Dios inventó la eternidad para aprender alemán", dijo Borges) me desanime y crea que jamás pasaré de chapurrear cuatro palabras mal pronunciadas. Probablemente sea también entonces cuando comience a apreciar los matices en los que la atención indiscriminada no me permitía detenerme. Y comenzaré a aprender también esas palabras que ni me había planteado conocer, esas expresiones que se ocultan a los que renuncian a mitad del camino, a aquellos que guardan un album en el que faltan la mitad de los cromos. Yo, por mi parte, seguiré yendo a clase de alemán de ocho a diez, porque es incomparable unir la ilusión con la luz del amanecer.

miércoles, octubre 04, 2006

Ilusión

Hace poco decidí retomar una de esas cosas que se dejan de hacer cuando "te haces mayor": la colección de cromos de la Liga. Empecé casi por accidente. Un día compré unos sobres por curiosidad, para ver cómo eran los cromos de este año y por si conseguí alguno de mis jugadores preferidos. A esos sobres les siguien otros tantos al día siguiente. Y al poco tiempo, el album. ¿Por qué hago estas cosas con veinticuatro años?

Pues porque volví a vivir la ilusión que se siente al abrir un sobre e ir viendo, uno a uno, cada cromo. Los miraba con detenimiento, como si no conociera de sobra a la mayoría de los jugadores. Caso aparte son los de equipos pequeños, a los que miras pensando: "Qué feliz tiene que ser este jugador saliendo en el álbum de la Liga. ¿Estará haciendo la colección?" Y poco a poco vas completando el album.

El primer objetivo es completar una página, después una página, después un equipo entero. Pero a medida que avanzas empiezan a salir más y más repetidos, y uno va perdiendo esa ilusión de abrir los sobres. Los abres ya ya casi de forma mecánica, buscando con desprecio alguna cara nueva, y cuando la encuentras, en vez de alegrarte, respiras con desprecio, como echándole en cara al cromo el tiempo que llevabas esperándolo. Es entonces cuando vas al Rastro a cambiar. Por todos es conocida esa leyenda urbana de que en cada barrio hay unos cromos más difíciles que otros, y que ese tipo que tú tienes hasta cinco veces repetido te valdría la gloria seis calles más abajo de donde vives.

Pero te acercas al final y a todo el mundo le falta los mismos cromos; no sólo algunos grandes jugadores, también hay otros que son grandísimos desconocidos. Y encima no dejan de salir fichajes nuevos y "colocas" ("Coloca a fulanito en lugar de menganito, que ha causado baja). Es en este momento en el que cambia la composición de los sobres... De repente, comienzan a aparecer esos nuevos jugadores y empiezas a ver la luz. Un día, echas cuentas y te faltan unos sesenta cromos. Teniendo en cuenta que puedes pedir los últimos treinta por correo... ¡apenas te faltan treinta cromos!

A mí me quedan ahora sesenta y cinco, por lo que dentro de poco podré hacer mi pedido, guardar el album en el armario y sacarlo dentro de diez años con la felicidad y el orgullo de saber que lo tengo entero.