domingo, febrero 26, 2006

Vacaciones en Roma

sábado, febrero 25, 2006

El patito y la paloma

Acabo de llegar de estar con mi colega Kike. Además de haber iniciado un blog que tiene muy buena pinta, Kike tiene algo especial que hace que siempre pasen cosas raras a su alrededor.

Primero nos hemos reencontrado con una chica del colegio, de la que no sabíamos prácticamente nada desde hacía cerca de diez años. Era una chica normal, callada, inteligente, y que solía ir con dos de las chicas que más gustaban por aquel entonces. De las dos, una se metió a hacer una ingeniería con el afán de diseñar armas y la otra se dedica a destruir hombres saliendo con ellos sin llegar jamás a tener sexo por un problema desconocido que yo interpreto como homosexualidad no reconocida. La chica que hemos visto hoy ha cambiado desde aquellos días. Ahora mide más de metro ochenta, estudia psicología con matrícula y... a ver cómo lo explico sin que suene brusco: está más buena que el arroz con leche. El cuento del patito feo.

Cuando ya nos retirábamos para casa, a Kike le han venido las necesidades fisiológicas típicas del momento, así que hemos buscado el primer sitio para entrar a hacer una rápida visita al señor Roca. Cuando nos disponíamos a entrar en un local nos ha dicho el portero: "Perdonad, es un club privado", ante lo que nos hemos dado la vuelta para buscar otro sitio. "Pero no he terminado", agrega el portero, "podéis entrar si nos dejáis los datos y venir siempre que queráis, organizamos fiestas de vez en cuando". Aunque yo me estaba volviendo para irme a otro bar, Kike ha dicho "pues me parece de puta madre", y ha entrado con tal seguridad que sólo he podido seguirle, probablemente me estaba llevando a un mundo nuevo lleno de amigos en el que acabaríamos cada sábado en nuestra década de los treinta. A la entrada había una señora tomando los datos que ningún humorista podría haber caracterizado mejor. Gorda, mediana edad, fumando y con el tono de voz de la que está harta de hacer todo aunque sea la primera vez. Primero he visto cómo Kike daba con seguridad sus datos, henchido de orgullo. Mientras yo daba los míos (ha sido tan rápido y extraño que sólo he podido variar mi DNI en un número), la amable camarera nos ha preguntado qué queríamos beber, así que hemos pedido dos cocacolas que le han salido a Kike por ocho eurazos... Luego nos han dado nuestras tarjetas de socios y nos hemos adentrado un poco en el bar. Mientras Kike iba al baño (al fin y al cabo para eso estábamos allí) yo he mirado la tarjeta que nos habían dado:

"Asociación Humanitaria y Ecologista
Acacia, Paloma y Azabache"

Cuando Kike ha vuelto y se lo he mostrado, habían sucedido tantas cosas raras en tan poco tiempo que no sabíamos de cuál nos estábamos riendo. ¿Qué ha sido peor? ¿Insistir en entrar en un club privado cuando lo único que queríamos hacer era ir al baño? ¿Rellenar un formulario por una meada? ¿Pagar ocho euros por dos cocacolas? ¿Hacernos hippies sin saberlo? ¿Por qué tienes que hacerte socio de todo eso para entrar en un bar normal y corriente? Aunque todos sepamos que es negro y lo asociemos a Matías Prats, ¿qué coño es el azabache?.

Ahora imaginamos que en unos días recibiremos cartas en casa para que acudamos a encadenarnos a acacias en peligro de tala, o que nos rogarán por las palomas de algún castizo monumento. Pero mientras pasa algo de eso, yo me he hecho socio de un club de una manera que habría firmado el mismísimo Homer Simpson.

martes, febrero 21, 2006

Herido

Ayer mis ídolos me engañaron. Me ilusionaron en vano, me crearon las expectativas que sólo sus hazañas pueden despertar en mí. Canastas inverosímiles, anotaciones desorbitadas, acrobacias, creatividad... Todo al limbo.

El partido comenzaba a las dos y media de la mañana, hora que me parecía más que aceptable para quedarme a verlo. No era sólo la presencia de Gasol, que también animaba, era sencillamente uno de los acontecimientos deportivos anuales que el año pasado me perdí. Sabía que acabaría tarde, muy tarde, que apenas domiría un par de horas porque tendría que ir a clase. Pero merecía la pena. Le dije a un amigo por el messenger: "mañana miraré a la gente en el metro pensando que han dormido cuatro horas más pero no imaginan nada de lo que yo he visto." Trasnochar era una especie de precio que se pagaba por asistir en directo al partido. Y pagué orgulloso, sabiendo que hoy podría presumir diciendo "yo lo vi en directo", y consideraría desgraciados a aquellos que no lo vieron. Pero todo se fue al traste.

La retransmisión empezó con una ceremonia animada, que invitaba a disfrutar desde el principio. Pero luego llegó el desastre. La Hoguera de las Vanidades, la llamaba Montes. Un repertorio de tiros sin sentido, canastas fáciles, mates descafeinados, alley-oops que no salen, balones perdidos, desgana, desidia, falta de interés, demasiado ego para buscar una jugada en vez de sumarte dos estúpidos puntos en busca del MVP. En estas salió Gasol, que está, a nivel humano, muy por encima de eso. Tal vez le pasaran ocho o nueve veces el balón en todo el partido. Y eso, en baloncesto, es muy poco. Como se dio cuenta rápido de lo que pasaba, se dedicó a lo que podía: coger rebotes, ya que sus compañeros corrían enseguida a la otra canasta por si podían anotar solos. Dio dos pases de muchísima calidad, pero claro, ni siquiera supieron cogerlos porque su mente no los concebía. "Aquí unos han venido a jugar una cosa y otros han venido a jugar a otra", volvió a explicar Montes. Fue un insulso intercambio de canastas.

Antes el All-Star era el fin de semana de la fantasía, de hacer esas cosas que no te podías atrever a hacer a menudo en los partidos por lo arriesgadas que eran. Era la ocasión de juntar todo el talento de la liga en un partido y sentarse a disfrutar de él. Pero ahora la mayoría de los jugadores de más calidad ya tienen en sus equipos la plena libertad de hacer lo que les dé la gana, por lo que el All-Star no les supone ya ninguna liberación, es solamente un baño de ego. Y ha acabado banalizándose. Quizá es exagerado, pero veremos si los años me dan la razón o me la quitan.

Lo que los años no me van a dar son las horas de sueño que perdí ayer, ni me van a devolver la ilusión que tenía, ni me van a ofrecer las bonitas jugadas que no vi. Cuando hoy debería haber mirado por encima del hombro a los que no tenían ojeras, les he mirado con envidia...

domingo, febrero 19, 2006

The pen is mightier than the sword

Este fin de semana, además de ver todo el All-Star de la NBA, he visto dos veces "Indiana Jones y la Última Cruzada". Hoy la he visto en casa de un gran amigo, y el viernes en casa por la noche, solo, en versión original, disfrutando por primera vez de la verdadera voz de Indy y del genial acento galés de Sean Connery. Recuerdo vagamente el día que fui a verla al cine, hace ya muchísimos años, claro, y entonces, aunque me gustó, no podía imaginar todo lo que esa película iba a acabar significando para mí.

De pequeño una de las innumerables cosas que quería ser de mayor era arqueólogo, en gran parte por esta aventura. A los veintitrés años, cuando puedo considerarme uno de ellos, ver esta película supone una dosis inigualable de ilusión. Ver al joven Jones luchar por ganar la Cruz de Coronado para un Museo es... indescriptible. Verle resolver interrogantes históricos risueño como un colegial me hace esbozar su misma sonrisa. Sentirle entender la Historia es un pinchazo para obligarme a mí a hacerlo.

La película está llena de frases brillantes, tanto las de ingenio como las que permanecerán como inocentes citas a lo largo de mi vida. Quizá la mejor sea la del título, que pasa desapercibida por ser dicha en tono de humor, pero que resume en cierto modo un conjunto de ideales. (Por cierto, gracias a verla en inglés, la frase se enriqueció aún más al descubrir "mightier" donde en castellano es un simple "más fuerte").

Creo que será justo que el día que Sean Connery muera, todos los informativos y periódicos del día amanezcan con su foto paseando con su paraguas negro y diciendo...



"I suddenly remembered my Charlemagne... Let my armies be the rocks and the trees and the birds in the sky..."

martes, febrero 14, 2006

Boig per tu

No sé por qué esta tarde habré escuchado esta canción cerca de diez veces. De hecho, hace cuestión de dos minutos, me disponía a dormirme escuchándola, metido ya en la cama, sin luz, con los ojos cerrados, concentrándome en lo bien que suena el catalán musicalmente. Pero he cometido el error de pensar un poco más de la cuenta así que, aunque sigo sin luz, estoy sentado en la cama escribiendo en un portátil que, en la oscuridad, tiene su aspecto real de ventana a otros mundos...

¿Quién puede negarle nada a la cultura catalana después de escuchar esta canción? He buscado la letra en san Google, y entre lo que sé de italiano, latín y castellano, he conseguido traducirla casi toda. La única trampa era que sabía que "Boig per tu" significaba "Loco por ti". ¿Por qué tantas disputas políticas entonces? Por lo mismo de siempre. Porque las ideas buenas son expuestas de forma pésima y acaban pareciendo ideas esperpénticas, porque los mismos que las defienden a veces no han acabado de entenderlas y las envilecen, y terminan por arrancarles hasta el mismo significado a las palabras. A una genial idea mal explicada basta una sandez del mayor cretino para convertirla en dudosa, en mediocre, incluso en una mala y perjudicial idea. Por eso los que las exponen tienen que saber colocar los acentos, y no decir "arrolló" cuando hablan de un "arroyo", no hablar de aquella mujer tan "sabia" diciendo que "sabía" o confundir un "paso" adelante con un "pasó" a la Historia. Cuando las buenas ideas se exponen con los únicos argumentos de su belleza se convierten en axiomas, en cláusulas que no necesitan ser demostradas porque nacen de verdades que todos damos por ciertas.

Pero en fin, rabieta vana la mía, porque mañana habrá quien espíe en qué idioma escriben los médicos mientras podría recorrer las calles con un coche con las ventanillas bajadas haciendo sonar "Boig per tu" entre prejuicios y corrupciones de la palabra "cultura"...