viernes, marzo 24, 2006

Acorde con el día

Me levanté a las once de la mañana tras haberme acostado cerca de las tres. Sinceramente, no recuerdo bien en qué se me fueron las dos horas antes de dormir... El caso es que al despertarme, he intuído por los agujeritos de la persiana un día gris pero con luz, de esos en los que de verdad hacen falta las gafas de sol. Pero cuando la he subido, más parecía un día "de nubes y claros" (Picazo dixit). Me he levantado cansado, quizá renqueante aún de las Fallas, pero echando cuentas se supone que ya he recuperado las horas de sueño que me faltaban. He repetido el desayuno de los últimos días (rosquillas), pero no he tomado café, no sé por qué. He pasado el resto de la mañana esperando que se me pasara ese estado de recién levantado para poder ponerme a estudiar o al menos a hacer algo productivo. A las doce y algo he decidido que lo único que iba a hacer era esperar de la forma más entretenida posible la hora de la siesta. Quizá ha sido aquí cuando ha comenzado mi malestar conmigo mismo. El cielo seguía cambiando a una velocidad increíble.

Me he echado la siesta pensando en salir a jugar un rato al baloncesto si hacía buen tiempo. Me he levantado de la siesta con ganas de morir y con la desazón en el cuerpo de saber que aún quedaban muchas horas para volver a acostarme y olvidar este estúpido día. Del baloncesto ni hablar, claro, a ratos parecía incluso que llovería. He merendado, y comer ha sido la única cosa que iba rompiendo estratégicamente la rutina de un día arrastrado, pesado. Al fin llegaba la hora de los concursos de la tele, y esas preguntas que he oído cientos de veces al menos movían un poco mis neuronas. Estaba de suerte, luego daban baloncesto, el deporte me espabilaría un poco. Pero no, no iba a ser todo tan fácil, hoy no había baloncesto, y ante mí se abrían unos insalvables tres cuartos de hora hasta que empezara Camera Café. Al fin, el programa y luego el fútbol, que ha tenido un rato animado.

Y ahora, me queda todavía alargar un rato este nublado día hasta que me entre sueño, porque algo que no soportaría sería acostarme y dar vueltas en la cama...

jueves, marzo 16, 2006

Se dejaba llevar...

Llevo una época bastante larga perteneciendo al club "Se dejaba llevar...". Llamo poco o casi nada para buscar planes porque he conseguido que sean los planes los que me llamen a mí. Suena prepotente, lo sé, pero es así y estoy muy contento de que lo sea. Sobre todo porque no nace sólo de las circunstancias, nace en gran parte de una predisposición interior a que las cosas salgan bien.

Esta tarde salgo para Valencia unos días con mis amigos del Erasmus y ahora no mismo no sé ni dónde andará mi billete (alguien lo tiene por mí) ni dónde dormiré esta noche, ni si esta noche salimos o no, si voy a ir a la playa o no (gracias a escribir esto me acabo de acordar de meter el bañador) o qué. Hasta antes de ayer no sabía ni a qué hora salía ni volvía. ¿Falta de previsión? Un poco sí, pero cuando las cosas sólo pueden salir bien, hay que dejarlas marchar por donde vayan. Ya les meteré mano cuando vengan mal dadas...

domingo, marzo 12, 2006

El búho que dejé volar

Hice bien en no coger ese autobús.

A veces, cuando la melancolía oprime todos los órganos de tu cuerpo, me gustaría ser un loco de los de antes, de los que gritan desnudos por la calle, predicando el fin del mundo de forma tan apocalíptica que hasta al más sensato haría dudar.

Hice bien en esperar al siguiente.

Sentarse en la calle y escuchar música es relajante. Poner todos los sentidos en la música salvo la vista, que por sí sola no puede añadir ningún tipo de justificación a imágenes absurdas en sí mismas.

Aunque haya tardado más, he hecho bien.

Me enamoran la bondad, la inteligencia, la alegría. Una voz femenina me ha acompañado en el viaje de vuelta, hablándome de flores, de arcoiris, de uma força que ninguem pode parar. Es una voz de ese color verde uniforme que tienen las colinas toscanas. Ha cancelado con sus caricias todas las oscuras imágenes de hoy, toda la gente con la que me he tocado sin saber sus nombres. Ha calmado mi angustia, y ella, y los pájaros que cantan temprano junto a mi casa, me han recordado lo bien que he hecho en dejar pasar ese autobús...

martes, marzo 07, 2006

Belleza

Qué lunes de belleza he tenido hoy. He visto a dos de las chicas más guapas que conozco. Son las dos increíbles, no se parecen en nada y sin embargo tienen el perfume de las bellezas intangibles, lejanas, incomprensibles. Una la he visto en el autobús, ha ido todo el trayecto mirando por la ventanilla sin apenas gesticular. Contribuye inconscientemente a que la mitifique. A la otra en la facultad, con ella incluso hablo, pero nos separan más cosas que a la nieve de las pirámides. Hay entre ella y cualquiera que no elija un abismo insalvable. La belleza de ambas es tan sorprendente que siempre que las miro es como si lo hiciera por primera vez. Será porque mi mente no es capaz de registrar sus trazos, igual que no podría describir un color que no hubiera visto nunca, ambas son inconcebibles más allá de los sentidos. De hecho, no sé cómo estoy escribiendo esto, cuando sólo tengo en mi memoria el vago recuerdo de sus miradas perdidas.