Con ojos de extranjero
lunes, mayo 30, 2005
martes, mayo 24, 2005
Frases
La primera frase que acompañaba este blog era “El nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando”, que yo he leído atribuida a Winston Churchill. Si bien no terminaba de convencerme, en un primer momento la puse porque pensé que servía para explicar la cantidad de cosas que se pueden encontrar lejos del “hogar” si se hacen con una buena predisposición. Y ese algo que siempre me chirríaba no se concretó hasta que alguien me lo mostró en un mail.
Después he puesto la que ahora se puede ver, que está sacada, una vez más en mí, de The Lord of the Rings. La dice Sam, un poco para Frodo, un mucho para sí mismo; la dice con miedo, con nostalgia, un poco con esa valentía inconsciente de los buenos corazones. Yo he pronunciado esa frase para mí mismo ya varias veces en mi vida, lo que considero una buena señal. En cierto modo estoy siguiendo el lema de los Juegos Olímpicos “más alto, más rápido, más fuerte”, al que se podría añadir: “más lejos”. Creo que es bueno hacerlo porque al pararte a pensarlo, sin darte cuenta, recorres para atrás no sólo el camino que te ha llevado a ese punto, sino también los otros que te llevaron hasta los que entonces eran los sitios más lejanos que habías visitado, por lo que das el paso con un poco de más de conciencia absoluta de lo que haces.
Por último encontré esta frase estudiando para un examen esta semana: “La grandeza de quien se equivoca no disminuye el tamaño del error”, de Petrarca, muy útil para los que tendemos a construir ídolos perdonando todos sus fallos.
lunes, mayo 23, 2005
Egoísmo, instintos y luciole
El llevar una semana sin escribir va a dejar de suponer una culpa para mí. Debo asumir que cambiar de blog también lleva implícito cambiar de hábitos. Digamos que tener por referencia blogs que se actualizan tres o cuatro veces por semana me condiciona un poco, pero debo superarlo. No es que no me apetezca escribir, es que a veces cuando me pongo me da la sensación de que estoy pervirtiendo mis propias vivencias al materializarlas. También es cierto que me desestabiliza el hecho de vivir al día tres o cuatro de esos momentos que antes, cuando sucedían semanalmente, bastaban para hacer un post entero. Así que cuando te juntas con tantas cosas que contar, sencillamente te colapsas y decides gozar egoístamente de todo lo que te aportan sin pasarlas por el filtro del análisis para poder exponerlas a los demás.
Ayer volví a competir. Y gané. No concibo la vida sin algunas competiciones. La confrontación, el hecho de afrontar un adversario y vencerlo tras haberte entregado por completo. Para los que arrastren prejuicios en este aspecto, lamentablemente hablo de fútbol. Pero el compañerismo que surge de relaciones personales básicas o inexistentes, la entrega, los momentos decisivos, los errores, los aciertos, los halagos, el liderazgo, el rival, la satisfacción y la celebración de la victoria son cosas que deben vivirse. Todo deporte es una reproducción lúdica de la guerra, que es la extrema expresión de la confrontación entre seres humanos. Y aunque obvia y afortunadamente no he vivido ninguna guerra en primera persona, he estudiado algo de Historia, suficiente para ser capaz de trasponer las situaciones que se crean en estos juegos con hechos conocidos e identificar modos de actuar de ciertas personas en ciertos momentos con otras personas en otros momentos. Cuando no se entiende por qué ese general tomó esa decisión que parecía tan absurda es, sobre todo, porque somos incapaces de ponernos en su piel, en parte porque hemos perdido ese espíritu de lucha. Que hayamos descubierto que las guerras no pueden ser el medio para resolver problemas irresolubles entre los hombres no tiene que hacer desaparecer las otras formas de lucha, ni envilecer el instinto animal de la competencia. Ser racionales no debe significar hacer desaparecer nuestra parte animal, sino saber canalizarla por el camino apropiado.
Hoy, a los veintidós años he visto mi primera luciérnaga, aunque debería decir luciola, que es como se dice en italiano. Es una palabra que he aprendido con una imagen en italiano, hasta hoy para mí no era más que un concepto abstracto, “un insecto que luce”. Así que esa lucecita que volaba intermitente junto a los arbustos y que buscaba una pareja a quien iluminar la vida en mi cabeza se llama luciola.
lunes, mayo 16, 2005
Calabria
viernes, mayo 06, 2005
Todo
Me encantaría estar escribiendo mucho más estos días, hacer cada post más deslumbrante que el anterior. Quizá así me estaría acercando vagamente a lo increíblemente bonita que está siendo mi vida en este momento. No hay por dónde empezar, ni modo de describir siquiera una parte, porque como en toda gran composición cada pequeño personaje es excepcional no sólo por sí mismo sino también por su función en el magnífico todo al que pertenece.
Estos días se escriben en el español más bonito que existe, el amplio, el que puede tener en la misma frase palabras como “quillo”, “guaje” y “gofio”... Pero también tienen italiano, desde aquel del siglo XV que leo para un examen hasta unos primeros balbuceos en toscano y siciliano. Me da mucho miedo no estar siendo suficientemente consciente de todo lo que está sucediendo. Por un lado pienso que sí lo soy y que quizá sea el recuerdo en épocas menos felices el que me hará dudar de lo que hoy es certeza. Por otro lado, aun con el miedo de que todo esto se está acabando, pienso que las circunstancias sólo son grandes empujones para llegar a un nivel de felicidad propio.
Pero, bueno, cuando el sábado voy a tratar de explicar mi museo favorito a dos personas que en verdad son tres, el domingo y el ambientazo de fiesta que viviremos con la carrera de Fórmula 1 se convierten en casi banalidades.